Distrito de Larisse, distribución de arroz para las familias de los alumnos de la escuela. Foto por Grace Wong
Escrito por Grace Wong | Traducido por Chiung-Huei Liu
Publicación #9
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En enero de 2010, me apunté para participar en la misión de alivio después de que un terremoto de 7.0 en la escala Richter azotara a Haití. Pertenecía al séptimo grupo de esta misión de desastre.
Haití estaba destrozada por completo. Casas, edificios, incluso la Casa Presidencial se derrumbaron. Los habitantes dormían en las calles. Era un caos total. Mi responsabilidad fue la de preparar y servir el almuerzo a todos los residentes de Puerto Príncipe que se inscribieron en el programa de Tzu Chi para limpiar los escombros a consecuencia del temblor. Al final del día, les repartía arroz para que lleven a sus casas y compartan con sus familias.

El 60% de los haitianos estaban desempleados, vivían por debajo del nivel de pobreza y el gobierno no otorgaba subsidios. No había educación para niños y las oportunidades laborales eran escasas.
En 2014, se me presentó otra ocasión para participar en la distribución de arroz que ocurría tres veces al año. La primera distribución de ese año fue en un distrito de Puerto Príncipe indicado por el padre católico Raul. Era una zona pandillera, peligrosa que ni los policías se atrevían a entrar. Como estaba cerca del mar, el área permanecía inundado el año entero. No había agua limpia, electricidad, o inodoros; las casas estaban hechas de hierro o papel y el interior era fangosa.

La primera vez que los habitantes vinieron a recoger arroz, se amontonaban, se peleaban entre ellos mismos. Con tiempo, aprendieron a ponerse en fila y ser respetuosos uno con el otro. Ahora este proceso de distribución pasa sin sobresaltos. El hermano James Chen, encargado de este proyecto, contaba la historia de Tzu Chi, de la Maestra Cheng Yen y de la alcancía de bambú. Ahora es el padre Raul quien lo hace. El padre visitó a la Maestra en Hualien en 2017. Se inspiró tanto que también se convirtió en un voluntario de Tzu Chi. Prometió a la Maestra que transmitiría sus enseñanzas en Haití, a los estudiantes, maestros, padres, policías, etc., e instilar la ayuda mutua. También de regreso a su país, empezó a cocinar para los pobres y los ancianos. Ahora, más de 400 personas almuerzan en la escuela todos los días. La iglesia del padre Raul cuenta con un jardín de infantes, escuelas primarias y secundarias, colegios técnicos. Es gratis para estudiantes de dos distritos. Además, provee uniformes y almuerzos gratis para los 20.000 estudiantes.

Después de 10 años y casi 20 misiones a Haití, no ví mucho cambio en la sociedad pero ví el cambio en las personas. Ahora, los aldeanos aprendieron a poner moneditas en la alcancía para ayudar a personas aún más necesitadas, aprendieron a ponerse en fila cuando vienen a recoger el arroz. Para mí, la motivación de seguir participando en estas brigadas a Haití es simplemente la de acompañar a los voluntarios locales, a motivarlos, y a verlos crecer en el camino de Bodhisattva de Tzu Chi.
