Linda Panameño rompe en lágrimas mientras comparte su historia con los voluntarios de Tzu Chi. Foto: Media Center
Escrito por María Pacheco Valles
Publicación #13
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Linda Panameño es una de las sobrevivientes del tornado que azotó Mayfield, Kentucky y una de las personas que recibió ayuda por parte de Tzu Chi
Linda Panameño, inmigrante salvadoreña, es una de las sobrevivientes del colapso del edificio donde funcionaba Mayfield Consumer Products, una fábrica de velas ubicada en Mayfield, Kentucky. En este accidente nueve trabajadores murieron y otros cientos —entre ellos Linda —resultaron heridos. Meses después de este suceso Panameño sigue sin poder dormir y aún se acostumbra a vivir en una ciudad destruida.
Para Linda sigue siendo difícil recordar lo sucedido aquella terrible noche, cuando —cumpliendo con su trabajo— las alarmas de la ciudad empezaron a sonar advirtiendo la inminente llegada de un tornado. Desde hace varios días los habitantes de esta población sabían de la posibilidad de que este fenómeno meteorológico tocara tierra. Sin embargo, nadie podría haber imaginado todo el daño que causaría. “Preguntamos si podíamos irnos, pero dijeron que no. Que no iba a pasar nada, que seguro era una lluvia y ya”, dijo Linda al referirse sobre la actitud de los supervisores que estaban esa noche en la fábrica. “Por eso volvimos a nuestros puestos”.
Pero la pesadilla empezó a las 8:50 de la noche. “A esa hora se escuchaba el viento rugiendo, la tormenta era ruidosa, espantosa. Todos estábamos despavoridos. Miraba a mis compañeros y en sus rostros había mucho miedo. De repente las luces se apagaron y los celulares dejaron de servir y fue en ese momento cuando escuché un ruido horrible que no sé cómo describir, pero lo peor fue cuando el edificio completo empezó a moverse. No sabíamos lo que pasaba, corrimos para tratar de salvarnos. Pero algo cayó encima de nosotros y ya no pude moverme”, contó Linda.
Linda estuvo atrapada entre los escombros, escuchando los gritos de sus compañeros, y sin poder respirar normalmente durante cuatro horas hasta que un grupo de policías llegaron al lugar y movieron los escombros para ayudarla. Ya sentada sobre el suelo mojado, Linda no podía creer lo que vio con sus ojos. Lo que antes tenía la estampa de un pueblo agrícola, tranquilo y bonito, ahora era la postal de una ciudad en guerra. “Parecía que habían lanzado una bomba. Era una destrucción total”, son las palabras que usó Linda para describir el momento justo en el que se enfrenta con la realidad.
“Mi brazo estaba muy adolorido e hinchado. Pero yo no pensaba en eso, yo solo quería irme a mi casa, quería entrar a la planta y buscar las llaves de mi carro. Obviamente estaba pensando incoherencias, pero mi carro quedó inservible. Destrozado. Me senté en el suelo a esperar, esperar sin saber qué”, comentó Linda.
Varias patrullas de la policía estaban en la zona del desastre, pero no podían movilizar a los heridos, porque las carreteras estaban llenas de escombros grandes que no podían mover. Sin embargo, cuando rescataron a dos personas más de entre los escombros decidieron llevarlos —junto con Linda— al hospital.
Linda contó que al llegar no fue atendida, pues habían muchas más personas heridas, con heridas más graves que las suyas. “Esperé bastante tiempo, pero luego me revisaron y me dieron unos calmantes. Sólo quería irme a mi casa”.
Ese era su único deseo, estar en su lugar seguro. Pero no había manera de llegar hasta su vivienda porque todas las calles seguían cerradas, los carros no podían transitar. Pero Linda vistiendo sólo una bata de hospital, una manta y descalza, salió del hospital y empezó a caminar bajo la lluvia. Caminaba sin rumbo fijo, era incapaz de ubicarse pues la ciudad que Linda conocía ya no existía —en cambio— ella caminaba por una zona de completa destrucción.
“Tengo lagunas mentales, llegué a mi casa. Aún no sé cómo la abrí, pero cuando al fin pude estar en mi hogar fue cuando caí en cuenta de todo lo que había pasado. La adrenalina empezó a bajar, todo mi cuerpo dolía. Y mi mente no paraba de repasar cada episodio de lo que había vivido. Fue duro, han sido meses bastantes duros”, comentó Linda.
La esperanza volvió a su vida
Los días que siguieron después del accidente fueron particularmente difíciles para Linda, quien se enfrentó a la incertidumbre de vivir en un lugar destruido, y a quien los recuerdos no dejaban dormir. Además, para Linda su situación económica era preocupante, aún no estaba trabajando y no podía movilizarse porque su vehículo quedó totalmente dañado.
Pero trece días después de lo ocurrido, Linda recibió una llamada que le devolvería la esperanza. Una amiga de su iglesia, le dijo que en el Complejo de Deportes de Mayfield una fundación budista estaba ayudando a los damnificados por el tornado. “Yo no creía que me fueran a ayudar, pero realmente si lo necesitaba. Como no tengo carro otra amiga vino a buscarme y fuimos hasta el lugar”, comentó Linda.
Agregó que apenas caminó y entró pudo sentir calor humano, atención, pero sobre todo comprensión. Allí Linda Panameño conoció a algunos de los voluntarios de Tzu Chi que se movilizaron hasta Mayfield para brindar ayuda. “Escucharon toda mi historia, me consolaron. Aún recuerdo la ternura con la que me hablaban y la empatía que mostraron, no sólo conmigo, sino con todos los que estábamos allí”, dijo Linda al referirse al operativo hecho por Tzu Chi.
También resaltó la atmósfera de esperanza y de solidaridad que pudo sentir durante el operativo de Tzu Chi. “No era nada más ayuda económica la que estaban ofreciendo, sino sus sonrisas, sus abrazos”, comentó en tono de agradecimiento esta sobreviviente.
“Pudieron ayudarme con una tarjeta de USD$1,000 dólares que ya usé para pagar la inicial de mi carro. También me dieron unas mantas calentitas que me han sido de mucha ayuda ahora con el frío del invierno. Pero más allá de la ayuda económica, vale el apoyo moral, el calor humano. Eso no tiene precio”, compartió esta sobreviviente quien también resaltó que Tzu Chi es una fundación que ayuda a todos por igual y que ella siempre estará agradecida por este acto de solidaridad.
De la misma manera Linda Panameño aseguró que le hablaría a más personas sobre la labor de la fundación budista, pues para ella el trabajo de Tzu Chi es un ejemplo de amor y voluntad.
“Sólo le pido a Dios que los bendiga a todos, para que puedan seguir llevando luz a personas como yo, que tanto lo necesitamos”, aseguró Linda Panameño, una mujer que sigue recuperándose, pero que jamás se dará por vencida.